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Foto del escritorAnna Belluncci

“Detrás de un prejuicio se esconden el miedo y la ignorancia”

Actualizado: 26 ene 2021




Hola, mis Caballeros guapos, amantes, amigos abramos nuestro corazón de amor y alegría permítase ser feliz hoy quiero compartir una reflexión de los Perjuicios, gracias por estar por vuestra compañía y cariño.

Los prejuicios son férreos tiranos. Determinan nuestra manera de ver el mundo y estigmatizan nuestras relaciones. Están presentes en todos los ámbitos y actividades de nuestra vida, e implican una forma de pensar íntimamente vinculada con comportamientos o actitudes de discriminación, por sutiles que sean. No en vano, nos llevan a juzgar de antemano a cualquier persona o situación con base en sus características externas, sin tener ninguna experiencia directa sobre las mismas. Condicionan nuestras respuestas y reacciones, y nos predisponen a aceptar o rechazar a alguien con base en sus particularidades. A menudo operan desde el inconsciente, y ejercen una enorme influencia sobre nuestras opiniones, conductas y actitudes. Lo cierto es que a todos nos gusta pensar que somos personas tolerantes, flexibles y de mente abierta. Que hemos superado las barreras del racismo, del machismo y del estatus socioeconómico. Que aceptamos a todo el mundo tal como es y que no hacemos diferencias. Sin embargo, la realidad es que miles de personas padecen discriminación cada día por motivos de nacionalidad, raza, género, orientación sexual, discapacidad o por padecer enfermedades y trastornos mentales. La causa de esta discriminación a menudo se encuentra en los estereotipos, es decir, el conjunto de creencias, valores, actitudes y hábitos que otorgamos a las personas pertenecientes a un grupo determinado. Cuando valoramos negativamente a un grupo de personas basándonos en el estereotipo que tenemos de ellas, el prejuicio entra en acción. Bajo su criterio, por razas, Nacionalidades, estatus sociales, bajitos, altos, morenos, rubios, universidades, barrios, tetonas, no tetonas, culonas no culonas, pelo corto largo, rubias, morenas, albinas peli rojas, camisa amarilla, zapatos blancos, ropa determinada, tatuajes no tatuajes, joven o edad adulta, profesionales no profesionales o religiones, políticas, regionalismos, que por sus ojos que por su rostro, frikis, Inteligentes, golosos, mil cosas más y una interminable Lista de afirmaciones categóricas que a menudo no nos molestamos en cuestionar. Y aunque algunos de estos prejuicios puedan parecer inofensivos, e incluso jocosos, a nivel inconsciente contribuyen a construir nuestra percepción de la realidad. De forma sutil nos limitan, convirtiéndonos en personas más rígidas y más desconfiadas. En última instancia, se trata de juicios de valor basados en una información insuficiente, incompleta, errónea, limitada o exagerada. Se fundamentan en una visión distorsionada de la realidad. Y resultan tremendamente resistentes, puesto que les otorgamos la condición de ‘verdades’. Pero si aspiramos a modificarlos y trascenderlos, tenemos que comenzar por el principio y preguntarnos: ¿cómo se construyen? Regreso al origen “Detrás de un prejuicio se esconden el miedo y la ignorancia”, Ryszard Kapuscinski Existen varias teorías sobre el origen de los prejuicios. Las más modernas apuntan a que se trata de actitudes aprendidas con base en las experiencias que acumulamos a lo largo de nuestra existencia, principalmente durante la infancia. Desde pequeños absorbemos como esponjas todas aquellas creencias, costumbres y tradiciones que observamos en nuestra familia y en nuestra sociedad. A medida que crecemos, surge la necesidad de construir nuestra propia identidad, utilizando todas las premisas que hemos absorbido para identificarnos con un grupo social determinado. Este posicionamiento nos brinda una sensación de seguridad y nos ayuda a sentirnos aceptados. Pero este proceso pasa por diferenciarnos de los demás. Y es en esta diferenciación donde a menudo se forjan los prejuicios. No en vano, los seres humanos solemos agruparnos con quienes compartimos más características comunes, dejando de lado a aquellas personas con las que no nos identificamos. Se trata de una selección inconsciente. Y aunque no siempre rechazamos a los demás grupos, sí solemos dar prioridad al nuestro. Partimos de la premisa que nuestra manera de hacer las cosas es “la normal”, “la más correcta” y, en definitiva, “la mejor”. Y en paralelo, tendemos a menospreciar lo que no conocemos y lo que no comprendemos, poniéndonos en una posición de superioridad. Así, los prejuicios surgen del miedo, la ignorancia y el rechazo ante lo que es diferente a nosotros. Existen muchos tipos de prejuicios, pero todos ellos se fundamentan sobre el etnocentrismo, es decir, la creencia de que nuestra cultura y etnia son superiores a las demás. Esta sobrevaloración de nuestras tradiciones, convenciones y costumbres sobre las de los demás han sido el motor de algunas de las mayores atrocidades de la historia. Conquistas sangrientas, esclavitud, colonialismo, campos de concentración… A los prejuicios étnicos se les suman los religiosos, de género, de orientación sexual, y el más sutil, pero igualmente dañino prejuicio estético, relacionado con la manera de vestir o las características físicas de la persona, a la que discriminamos o menospreciamos si no encaja con nuestro canon de belleza. El efecto Pigmalión “La tolerancia es la mejor religión”, Víctor Hugo Todos conocemos los resultados de conflicto, sufrimiento, discriminación y exclusión que generan los prejuicios. Entonces, ¿por qué los seguimos manteniendo, alimentando y transmitiendo? La realidad es que nuestra mente funciona con base en la programación que hemos recibido. Vemos aquello que esperamos ver, y actuamos en consecuencia. De ahí la increíble resistencia de los prejuicios. ‘Vemos’ a la persona que tenemos delante en función de cómo la interpretamos y evaluamos. Y siempre nos fijamos en todo aquello que corrobora la ‘idea preconcebida’ que tenemos sobre ella. Por ejemplo, una persona que tenga el prejuicio de que “todos somos buenos o malos por que son del mismo origen ” tenderá a fijarse solo en aquellos cuyo aspecto avale su teoría, dejando de prestar atención al resto. De hecho, solemos obviar la información que contradice nuestro punto de vista, catalogándola como excepcional o errónea. Esto contribuye a reforzar nuestros los tópicos y estereotipos sobre los que construimos nuestros prejuicios. Es lo que en psicología se conoce como ‘profecía autocumplida’ o ‘efecto Pigmalión’. Cuenta la leyenda que el excepcional escultor Pigmalión, que habitaba en la isla griega de Creta, dedicaba sus días y sus noches a trabajar la piedra con el cincel. Siempre buscaba nuevas fuentes de inspiración, y la hermosa Galatea acudió en su ayuda. Con su recuerdo fresco en la retina, comenzó a modelar una bellísima escultura. Tardó varias semanas en terminarla, y le dedicó tal atención y cuidado que terminó por enamorarse perdidamente de ella. Tal era su amor por la estatua, que rogó a los dioses que insuflaran vida a la piedra para poder amarla como si de una mujer real se tratase. La diosa Venus, conmovida por los sentimientos del escultor, decidió complacerlo. Así, la estatua se convirtió en la amante y compañera inseparable de Pigmalión. Al igual que en la leyenda, el ‘efecto Pigmalión’ es el proceso mediante el cual las creencias, prejuicios y expectativas de una persona respecto a otra afectan de tal manera a su conducta que ésta termina por confirmarlas. La mayoría de nosotros somos víctimas del efecto Pigmalión. Así, la causa de que nos aferremos a nuestros prejuicios son nuestras creencias y expectativas. Hacemos predicciones y nos encargamos de que se cumplan, todo ello en aras de mantener las cosas tal y como están para evitar salir de nuestra zona de comodidad. Pero en el proceso nos estamos perdiendo la oportunidad de aprender y disfrutar de la riqueza que nos brinda la diversidad. Si aspiramos a romper este círculo vicioso, tenemos que comprometernos con realizar un proceso de introspección para hacer conscientes los prejuicios desde los que vemos y construimos la realidad. Y esto pasa por cuestionar nuestro sistema de creencias cada vez que nos perturbe ver algo diferente a como creemos que debería ser. Trabajar sobre nuestros prejuicios nos ayudará a construir vínculos más sanos y ricos con personas de distintos ámbitos, lo que a su vez contribuirá a que ganemos en flexibilidad y tolerancia. Eso sí, para lograrlo necesitamos tener la humildad suficiente para aceptar que solemos ver la paja en el ojo ajeno… Y obviamos la viga que obstruye nuestra propia visión de la realidad Nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio.” LEONARDO DA VINCI “La fuente fundamental de todos tus errores, sofismas y razonamientos falsos, es un total desconocimiento de los derechos naturales de la humanidad.” ALEXANDER HAMILTON Todo el mundo es prisionero de sus propias experiencias. Nadie puede eliminar los prejuicios, simplemente reconocerlos. Edward R. Murrow Annita Belluncci xx



Hello, my handsome Knights, lovers, friends, let's open our hearts of love and joy, allow yourself to be happy, today I want to share a reflection of the Damages, thank you for being there for your company and affection. Prejudices are fierce tyrants. They determine our way of seeing the world and stigmatize our relationships. They are present in all areas and activities of our lives, and they imply a way of thinking closely linked to discriminatory behaviors or attitudes, however subtle. Not surprisingly, they lead us to judge in advance any person or situation based on their external characteristics, without having any direct experience about them. They condition our responses and reactions, and predispose us to accept or reject someone based on their particularities. They often operate from the unconscious, and exert an enormous influence on our opinions, behaviors and attitudes. The truth is that we all like to think that we are tolerant, flexible and open-minded people. That we have overcome the barriers of racism, machismo and socioeconomic status. That we accept everyone as they are and that we make no difference. However, the reality is that thousands of people face discrimination every day on the basis of nationality, race, gender, sexual orientation, disability, or because of mental illnesses and disorders. The cause of this discrimination is often found in stereotypes, that is, the set of beliefs, values, attitudes and habits that we grant to people belonging to a certain group. When we negatively value a group of people based on the stereotype we have of them, prejudice kicks in. At their discretion, by race, Nationalities, social status, short, tall, brown, blonde, universities, neighborhoods, busty, not busty, culonas not culonas, long short hair, blondes, brunettes, red haired albinos, yellow shirt, white shoes , specific clothes, tattoos not tattoos, young or old, non-professional professionals or religions, politics, regionalisms, that by their eyes than by their face, geeks, intelligent, sweet tooth, a thousand other things and an endless string of categorical statements that a We often don't bother to question. And although some of these prejudices may seem harmless, and even humorous, at the unconscious level they help to build our perception of reality. In a subtle way they limit us, making us stiffer and more distrustful. Ultimately, these are value judgments based on insufficient, incomplete, erroneous, limited or exaggerated information. They are based on a distorted view of reality. And they are tremendously resistant, since we grant them the status of 'truths'. But if we aspire to modify and transcend them, we have to start at the beginning and ask ourselves: how are they built?


Back to the origin “Behind prejudice hide fear and ignorance”, Ryszard Kapuscinski There are several theories about the origin of prejudices. The most modern suggest that these are attitudes learned based on the experiences we accumulate throughout our existence, mainly during childhood. Since we were little we absorb like sponges all those beliefs, customs and traditions that we observe in our family and in our society. As we grow, the need arises to build our own identity, using all the premises that we have absorbed to identify ourselves with a particular social group. This positioning gives us a sense of security and helps us feel accepted. But this process goes through differentiating ourselves from others. And it is in this differentiation that prejudices are often forged. Not surprisingly, human beings tend to group ourselves with those who share more common characteristics, leaving aside those people with whom we do not identify. It is an unconscious selection. And while we don't always reject other groups, we do tend to prioritize our own. We start from the premise that our way of doing things is “the normal”, “the most correct” and, ultimately, “the best”. And in parallel, we tend to underestimate what we do not know and what we do not understand, putting ourselves in a position of superiority. Thus, prejudices arise from fear, ignorance and rejection of what is different from us. There are many types of prejudices, but all of them are based on ethnocentrism, that is, the belief that our culture and ethnicity are superior to others. This overvaluation of our traditions, conventions and customs over those of others has been the engine of some of the greatest atrocities in history. Bloody conquests, slavery, colonialism, concentration camps ... Ethnic prejudices are joined by religious, gender, sexual orientation, and the most subtle, but equally damaging aesthetic prejudice, related to the way of dressing or the physical characteristics of the person, whom we discriminate or belittle if they do not fit our canon of beauty. The Pygmalion effect "Tolerance is the best religion", Víctor Hugo We all know the results of conflict, suffering, discrimination and exclusion that prejudice generates. So why do we continue to maintain, feed, and transmit them? The reality is that our mind works based on the programming we have received. We see what we hope to see, and we act accordingly. Hence the incredible resistance of prejudice. 'We see' the person in front of us based on how we interpret and evaluate them. And we always look at everything that corroborates the "preconceived idea" we have about it. For example, a person who has the prejudice that "we are all good or bad because they are of the same origin" will tend to focus only on those whose appearance supports his theory, ceasing to pay attention to the rest. In fact, we tend to ignore information that contradicts our point of view, classifying it as exceptional or wrong. This helps to reinforce our stereotypes and clichés on which we build our prejudices. This is what is known in psychology as a ‘self-fulfilling prophecy’ or ‘Pygmalion effect’. Legend has it that the exceptional sculptor Pygmalion, who lived on the Greek island of Crete, spent his days and nights working with the stone with the chisel. He was always looking for new sources of inspiration, and the beautiful Galatea came to his aid. With the fresh memory of him in the retina, he began to model a beautiful sculpture. It took him several weeks to finish it, and he gave it such attention and care that he ended up falling madly in love with it. Such was his love for the statue that he begged the gods to breathe life into the stone so that he could love it as if it were a real woman. The goddess Venus, moved by the feelings of the sculptor, decided to please him. Thus, the statue became the lover and inseparable companion of Pygmalion.


As in the legend, the ‘Pygmalion effect’ is the process by which the beliefs, prejudices and expectations of one person towards another affect their behavior in such a way that it ends up confirming them. Most of us are victims of the Pygmalion effect. Thus, the cause that we cling to our prejudices is our beliefs and expectations. We make predictions and make sure they are fulfilled, all in the interest of keeping things as they are to avoid leaving our comfort zone. But in the process we are missing out on the opportunity to learn and enjoy the richness that diversity brings us. If we aspire to break this vicious circle, we have to commit ourselves to carrying out a process of introspection to make conscious the prejudices from which we see and construct reality. And this happens by questioning our belief system every time we are disturbed to see something different from how we think it should be. Working on our biases will help us build healthier and richer relationships with people from different backgrounds, which in turn will help us gain flexibility and tolerance. Of course, to achieve this we need to be humble enough to accept that we usually see the straw in someone else's eye ... And we ignore the beam that obstructs our own vision of reality Nothing deceives us more than our own judgment. " LEONARDO DA VINCI "The fundamental source of all your errors, sophistry and false reasoning, is a total ignorance of the natural rights of humanity." ALEXANDER HAMILTON Everyone is a prisoner of their own experiences. No one can eliminate prejudices, just acknowledge them. Edward R. Murrow Annita Belluncci xx




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